Sunday, February 24, 2013

"EL FORO ROMANO: SAN JOSE MARIA ESCRIVA" PARTE 2 DE 2.

"EL FORO ROMANO:
SAN JOSE MARIA ESCRIVA"
¿Se niegan a observar las ceremonias públicas
y a rendir homenaje a quienes las presiden?
Entonces que renuncien también a tomar la
veste viril, a casarse, a ser padres, a ejercer
las funciones de la vida; que se vayan todos
juntos lejos de aquí, sin dejar la más
pequeña semilla de ellos mismos.
(Hacer clic en todas las fotos y dibujos)
 

La Sal de la Tierra
"Hermanos, cuánto puede ser bella la Jerusalén celestial,
si así resplandece la Roma terrena."

Estas palabras de San Fulgencio,transmitidas por uno de sus discípulos,
reflejan la gran admiración que suscitaba la Urbe entre quienes, viajan
do desde las provincias imperiales,la visitaban por primera vez.En esos
momentos, a comienzos del siglo VI, Roma ya había sido evangelizada:
los antiguos templos paganos llevaban  más de un siglo cerrados, y en
el mismo Foro Romano se habían construido algunas iglesias cristianas.
 
En el himno que dedica a San Lorenzo, el poeta Prudencio exulta por la
victoria de la fe en el corazón del Imperio: los quirites, o ciudadanos ro
manos de antigua estirpe,llenan los atrios de las iglesias;los principales
del Senado,que antaño tenían como gran honor desfilar como flamines
en las procesiones por la Vía Sacra, ahora besan el umbral de los santu
arios de los mártires;las familias nobles ven con agrado que sus hijos e
hijas dediquen su vida al servicio de la Iglesia; el fuego que ardía en el
templo de Vesta se encuentra extinguido, e incluso la decana de las vír
genes vestales que lo guardaban, Claudia, se ha convertido al cristianis
mo; la Cruz, en resumen, domina sobre los antiguos signos paganos.
 
¿Cómo fue posible este cambio? Aparte de la acción de Dios,uno de los
factores  que  lo explican es que los primeros cristianos jamás se consi
deraron ajenos a su ciudad ni  a su oficio, por haber abrazado la fe. No
eran pocos los  que  desempeñaban su trabajo en los Foros, a menudo
en actividades directamente al  servicio  del Imperio: ya en tiempos de
Pedro y Pablo algunos eran patricios y  formaban  parte de los trescien
tos  senadores  que  se  reunían  en la Curia; otros eran jurisconsultos,
abogados o jueces;en la Epístola a los Filipenses, que escribió durante
su  cautividad  en  Roma, el Apóstol envía saludos de parte de los san
tos que vivían en la casa del César; y  en  la Epístola a los Romanos ci
ta los nombres de Aristóbulo y Narciso, que habían sido colaboradores
del emperador Claudio.
 
Santa Domitila
Con casi total seguridad, algunos  miembros  de la familia imperial habí
an  abrazado  la fe ya a finales del siglo I. Tito Flavio Clemente y Flavia
Domitila, por ejemplo, eran  un  matrimonio emparentado con el empe
rador Domiciano. Tenían  siete  hijos, y los dos mayores habían sido es
cogidos  como candidatos al trono y educados para ese fin por el famo
so retor Quintiliano. Sin  embargo, en  el  año 95 Flavio Clemente fue a
justiciado repentinamentecon la  acusación de ateísmo, que solía dirigir
se contra los cristianos. Domitila, que  fue  desterrada a la isla Pandata
ria, también es conocida porque eran  de  su propiedad los terrenos de
las catacumbas que llevan su nombre. En  cuanto a los hijos, nunca lle
garon al trono, ya que en el año 96 el propio  Domiciano fue asesinado
y la dinastía Flavia llegó a su fin.
 
La  persecución  y el martirio representaban un peligro real para los pri
meros fieles cristianos. Pero, incluso  en épocas de tranquilidad, la vida
corriente  no  quedaba  exenta  de  obstáculos. En la sociedad romana,
las  costumbres  cotidianas  estaban plagadas de actos de adoración a
las divinidades: al  pedir  un  préstamo se exigía un juramento en nom
bre de los dioses, antes  de  ocupar un cargo público había que ofrecer
un sacrificio, al pasar por delante de un templo o  de una estatua de u
na divinidad era uso común descubrirse, y así una larga lista de modos
corrientes de obrar cuya omisión era  considerada  una muestra de inci
vilidad y una traición  a  las  costumbres patrias. Éste fue uno de los re
proches más insidiosos que Celso dirigió a los cristianos:
 
¿Se niegan a observar las ceremonias públicas y a rendir home
naje  a  quienes las presiden? Entonces que renuncien también
a tomar la veste viril, a  casarse, a ser padres, a ejercer las fun
ciones de la vida; que  se  vayan todos juntos lejos de aquí, sin
dejar la más pequeña semilla de ellos mismos.
 
 El templo de los dioscuros.
 
La  opinión  pública de entonces compartía en gran medida esta llamati
va  intolerancia hacia los seguidores de Cristo: cuando menos, se juzga
ba  a  los  cristianos gente peculiar,que si se esforzaban por ayudar al
prójimo, ser fieles en el matrimonio, pagar  los impuestos oevitar escru
pulosamente todo engaño en los negocios, lo  hacían por fanatismo ha
cia  su  extraña  religión  y queriendo así mostrarse superiores a los de
más.
 
A las interpretaciones mezquinas, se unían las calumnias y los agravios,
como el que sufrió un joven llamado Alexameno en el Pedagogium,la
escuela de los pajes que entraban al  servicio del emperador. Las aulas
de esa escuela estaban en el Palatino,junto a los Foros,y allí los arqueó
logos han encontrado un grafito  que  representa a un hombre rezando
delante  de  un  crucificado con cabeza de asno. Al lado, se lee esta ins
cripción: Alexameno adora a su dios. Debajo, con una letra distinta
a  la  anterior, está  grabado: Alexameno fiel. Fue la respuesta audaz
del joven Alexameno a la burla de sus compañeros.
 
Alexameno adora a su dios.
 
Por otro lado,en muchos ambientes del Imperio la moralidad se hallaba
en un estado lamentable:las fiestas estaban plagadas de representacio
nes teatrales indignas,en el circo se vitoreaban matanzas humanas y el
mundo del arte exaltaba a menudo la voluptuosidad;se admitía el divor
cio y el índice de natalidad era muy bajo, entre  otras cosas porque se
recurría al aborto y al infanticidio. Ciertamente no todos los romanos e
ran así,y es verdad que la moral decayó sobre todo al final del Imperio.
Pero  siempre  se mantuvo la constante de que existían costumbres pa
ganas, muy difundidas, que  chocaban  con la dignidad humana que el
cristianismo había venido a restablecer.
 
Ante todo esto -ambiente degradado, persecución, calumnia, insultos y
amenaza real de martirio- los primeros cristianos podrían haber reaccio
nado  desapareciendo  de  las realidades temporales y refugiándose en
un gueto,como les sugería Celso:no se les pasó por la cabeza hacerlo.
Habían encontrado la fe, la vocación cristiana, la llamada a la santidad,
en medio de su trabajo: en el foro, en los talleres artesanos, en el ejér
cito, en  el  carro donde transportaban mercancías... No se sentían me
nos  romanos  que  sus conciudadanos: amaban la maravillosa Urbe, y
consideran el Imperio no sólo bueno, sino  providencial, ya  que había
propiciado una unidad política y cultural en la  que se difundiría más
cilmente la fe.Lo único que rechazaban eran las divinidades falsas y las
costumbres  brutales, que deseaban purificar porque eran plenamente
conscientes de ser la sal de la tierra.
 
Reconstruccion de la Casa de las Vestales
La Casa de las Vestales, llamada así por
ser la sede del colegio de las sacerdotisas
que antiguamente rendían culto a Vesta
(diosa romana del hogar)
 
Gente corriente
Entre  las  ruinas del Foro Romano, es fácil que venga a la cabeza el re
curso  que  tantas  veces utilizaba san Josemaría para describir el Opus
Dei  en  pocas  palabras: la manera más fácil de entender el Opus
Dei es pensar en la vida de los primeros cristianos.
 
Muchas veces repetiría, durante los primeros meses en Roma, frases pa
recidas a las de años más tarde:
 
Ellos vivían a fondo su vocación cristiana;buscaban seriamente
la perfección a la que estaban llamados por el hecho, sencillo y
sublime  del  Bautismo. No se distinguían exteriormente de los
demás ciudadanos. Los socios del Opus Dei son personas comu
nes; desarrollan  un trabajo corriente; viven en medio del mun
do  como lo que son: ciudadanos cristianos que quieren respon
der cumplidamente a las exigencias de su fe.
 
El Concilio Vaticano II proclamó con  fuerza  que  todos  los fieles están
llamados a la santidad y que corresponde a los laicos la responsabilidad
de  llevar  a  Cristo  las realidades temporales. En los años cuarenta mu
chos identificaban la perfección cristiana  con la vida religiosa, y les cos
taba  hacerse  una  idea cabal de cómo se podía aspirar a la perfección
cristiana en medio del mundo,ejerciendo todas las profesiones y oficios
honrados.
 
San  Josemaría  nunca  se  cansó  de repetir que los fieles del Opus Dei
son gente corriente, como  los  primeros  cristianos. Y muchas veces co
mentaba  también  que  cuentan con los mismos medios que ellos para
vencer en la lucha interior y alcanzar la santidad:
 
Piensa en lo que dice el Espíritu Santo, y llénate de pasmo y de a
gradecimiento:
 
"elegit nos ante mundi constitutionem"
-nos ha elegido, antes de crear el mundo,
 
"ut essemus sancti in conspectu eius!" -para que seamos santos
en su presencia.
 
-Ser santo no es fácil, pero tampoco es difícil. Ser santo es ser bu
en cristiano: parecerse a Cristo. -El que más se parece a Cristo, é
se es más cristiano, más de Cristo, más santo.
 
-Y ¿qué medios tenemos?   - Los mismos que los primeros fieles,
que vieron a Jesús, o lo entrevieron a través de los relatos de los
Apóstoles o de los Evangelistas.
 
Con esos medios se hicieron santos los cristianos de los primeros siglos
en medio de una sociedad pagana,al menos en parte corrompida y que
les perseguía con saña. Y con esos medios, hicieron apostolado allí don
de se encontraban,hasta transformar desde dentro una civilización hos
til a la fe.
 
Para seguir las huellas de Cristo, el apóstol de hoy no viene a
reformar nada, ni mucho menos a desentenderse de la realidad
histórica que le rodea... -Le basta actuar como los primeros cristianos,
vivificando el ambiente.
 
El circo Máximo reconstruido
 
Circo Máximo en 2013

Viajes - Visitando el Circo Máximo, el Capitolio, Foro
y Mercado de Trajano, Cárcel Mamertina y las Catacumbas de
San Calixto (Catacombe di San Callisto).... Viajando a Roma
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