LAS ULTIMAS COSAS:
LOS NOVISIMOS O POSTRIMERIAS DEL HOMBRE
A continuación trataremos de las Mansiones de Ultratumba en general, y a continuación las consideraremos a cada una en particular. Para este estudio seguimos, en la medida de lo posible, al Padre Royo Marín.
LAS MANSIONES DE ULTRATUMBA
Santo Tomás dedica una cuestión entera, dividida en siete artículos, a estudiar los diferentes lugares adonde pueden dirigirse las almas inmediatamente después de separarse por la muerte de sus cuerpos (Cf. Suplemento, 69).
EXISTENCIA DE ESAS MANSIONES
A primera vista parece que no debe hablarse de lugares o mansiones especiales para recibir a las almas separadas, ya que, habiéndose desprendido de sus cuerpos y no teniendo relación alguna con la materia corporal, como puros espíritus que son, nada tienen que ver con un determinado lugar.
El lugar corresponde a los cuerpos, pero nada tiene que ver con el espíritu, a no ser que ese espíritu esté informando un determinado cuerpo (como ocurre con nuestra alma en esta vida) o aplique su virtud a mover un cuerpo determinado en un momento dado (como ocurre, por ejemplo, cuando un Ángel aparece en forma corporal).
Fuera de estos casos, los espíritus no ocupan ningún lugar corporal.
No parece, pues, que pueda hablarse de lugares o mansiones especiales para recibir a las almas separadas de sus cuerpos.
Y, sin embargo, los teólogos hablan de «receptáculos» o «mansiones» que ocupan las almas separadas aun antes de volverse a reunir con sus cuerpos resucitados.
Conclusión: por divina ordenación existen determinados lugares o mansiones para las almas separadas. (Sentencia común en teología.)
No hay sobre este punto ninguna declaración dogmática de la Iglesia.
Fundamentalmente, los datos de la fe pueden salvarse diciendo que lo que afecta a las almas separadas es un nuevo estado (de salvación, condenación, purificación…), pero no un lugar determinado.
Sin embargo, la opinión que asigna un determinado lugar a las almas separadas, aun antes de volverse a reunir con sus cuerpos resucitados, es la más probable y, desde luego, la más común entre los teólogos.
La razón principal que les mueve a ello son las continuas alusiones a los lugares donde habitan las almas separadas, que se encuentran en la Sagrada Escritura, en los Santos Padres y en los Concilios de la Iglesia. Les parece que no podrían interpretarse todas ellas metafóricamente sin manifiesta imprudencia y temeridad.
He aquí, por vía de ejemplo, algunas de esas alusiones:
En la Sagrada Escritura. -El alma del rico epulón es sepultada en el infierno, y la del mendigo Lázaro es llevada por los Ángeles al seno de Abrahán (Le. 16,22-23).
En los Santos Padres. -Casi todos hablan como si las almas separadas ocuparan, en efecto, algún determinado lugar.
En los Concilios. -En el mismo Símbolo de la fe (Denz. 6) repetimos todos los días que Cristo Nuestro Señor «descendió a los infiernos», o sea, al limbo o seno de Abrahán, donde estaban aguardando al Redentor los justos del Antiguo Testamento.
La dificultad está en explicar cómo puede ocupar un lugar determinado el alma separada del cuerpo, siendo como es una forma puramente espiritual. Veamos cómo lo explica el Doctor Angélico:
«Aunque es verdad que las substancias espirituales no dependen en su mismo ser de un determinado cuerpo, no lo es menos que Dios gobierna las cosas corporales mediante las espirituales. Existe, pues, entre ambas una cierta conveniencia, en el sentido de que las más dignas entre las espirituales deben adaptarse a cuerpos más dignos también. Por eso, los mismos filósofos establecieron la jerarquía de las substancias incorpóreas según la de los cuerpos sometidos a su movimiento. Por lo tanto, aunque a las almas separadas no se les asigne un determinado cuerpo para unirse con él o para moverle, se les asignan, sin embargo, ciertos lugares corporales correspondientes a su diferente dignidad o valor. Estas almas permanecen allí según el modo y manera con que los seres espirituales pueden estar en un lugar» (Suplemento 69, l).
Estas últimas palabras del Angélico nos dan la clave de la solución. Toda la dificultad consiste en precisar de qué manera puede estar un espíritu en un determinado lugar.
Ahora bien: examinando los diferentes modos de presencia local que pueden distinguirse, nos encontramos con los siguientes (Cf. I, q 52, a 2):
a) Presencia corporal o circunscriptiva. Es la que corresponde a los cuerpos, que están contenidos o encerrados en el lugar que ocupan llenándolo cuantitativamente. En el orden sobrenatural cabe milagrosamente una presencia corporal no circunscriptiva (es el caso de la Eucaristía, en la que el cuerpo de Cristo está contenido con una ubicación especialísima -per modum substantiae, dice Santo Tomás-, que prescinde en absoluto de la extensión y del espacio, cf. III, 76, 5).
b) Presencia espiritual definitiva. Es la que corresponde a los espíritus creados, que se dice están en un determinado lugar cuando ejercen en él alguna actividad especial, ya sea por una operación transitoria (los Ángeles), ya por información permanente (el alma en el cuerpo vivo).
Se llama definitiva porque está limitada y definida por aquel determinado lugar donde se encuentran ejercitando su actividad, sin que puedan ejercitarlo a la vez en otro lugar distinto (Cf. I, 62, 2).
c) Presencia espiritual no definitiva. Es la que corresponde a Dios en virtud de su inmensidad. La virtud infinita de Dios no puede encerrarse en determinados límites, como la de los Ángeles o almas separadas. Dios está presente en todas partes y lugares, por esencia, presencia y potencia. Es la ubicuidad, que corresponde a la inmensidad divina (Cf. I, 8, 1-4).
Ahora bien: ¿cuál de estas presencias locales corresponde a las almas separadas? Es evidente que no la primera, que es propia exclusivamente de las cosas corporales o cuantitativas. Ni la tercera, que corresponde exclusivamente a Dios. Luego tiene que ser la segunda, pero hay que precisar en qué forma.
No puede ser por información substancial de un cuerpo situado en algún determinado lugar, porque el alma no puede ser forma substancial de ningún cuerpo fuera del suyo, del que quedó separada precisamente por la muerte del mismo.
Luego tiene que ser a la manera de los Ángeles, y esto de uno de estos dos modos: activamente, o sea, por el contacto virtual con el lugar, ejerciendo en él la virtud que reciba de Dios; o pasivamente, por una especie de encadenamiento o sujeción penal a tal lugar, determinado por la justicia vindicativa de Dios (infierno o purgatorio).
Por eso dice Santo Tomás que «el conocimiento que las almas tienen del lugar donde han sido asignadas les produce gozo o tristeza; y así tal lugar es para ellas un premio o una pena (Suplemento, 69, 1 ad 3. Cf. ibid., 70, 3; I, 64, 4 ad 1).
Y bajó a los infiernos
http://ablaevariteprobatum. blogspot.ca/2016/03/y-bajo- los-infiernos.html
Actas de Pilato (o Evangelio de Nicodemo)
Probablemente del siglo II
El Evangelio de Nicodemo o Hechos de Pilato es un evangelio apócrifo. Contiene el nombre de personajes que han trascendido en la tradición del cristianismo: Dimas, Gestas, Longinos . En él, se relata el episodio de la Anastasis o descenso de Cristo a los infiernos.
eress...TU
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